En la más absoluta distancia, mis manos intentar rozar las tuyas. Pero la lejanía hace acto de presencia.
Intentan mis palabras a gritos llamarte, pero se nos interponen montañas.
Inundándose de pena mi alma; mis ojos se inundan de lágrimas… y mi último suspiro es rogar para que palabras de tinta entren por el pasillo de tus ojos hasta el dormitorio de tu alma.
Desesperado y desalentado, al no poder llegarme hasta ti, decidí emprender un viaje y así contigo poder fundirme.
Sólo entonces me despojé de mi coraza. Me armé con mi corazón como espada y mi alma como escudo.
¿Qué pasará? No lo sé… Pero si por ventura, por el más caprichoso designio del destino, consigo un día llegar hasta tu regazo…
¡Cuán poco habrá importado todo lo acontecido! ¡Cuán poco habrá importado los segundos de dudas vividos otrora!
Atrás quedarían los escasos minutos de alegría, las notables horas de melancolía, los días de inmensa pena, los innumerables meses de llanto o los años vividos en la más profunda soledad…
¡Cuán poco habrá importado todo eso! Porque si consigo pasar el último de mis días a tu lado, queriéndonos, cada segundo habrá quedado marcado a fuego en mí.
Y así, una vez a tu lado, poder pronunciar las simples palabras que habrían estado danzando por mi cabeza desde el instante que inicié mi viaje: te amo.
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